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  • Foto del escritorDiario de Cundinamarca

Símiles

Por: Jorge H. Sánchez Escobar


En Suacha podemos identificar sucesos que en sus justas proporciones serían nuestros símiles de lo global en lo local.


El año pasado la profecía de Nostradamus adquirió sentido cuando en París se incendió la catedral de Notre Dame. El mundo se sacudió con las imágenes del cubrimiento televisivo que acompañó la catástrofe. De inmediato se habló de la creación de un fondo para la reconstrucción, en Facebook se crearon marcos con motivo de solidaridad, en fin… A los cuantos días, en las montañas de San Mateo, un grupo de grafiteros cubría por completo con pintura siete rocas impresas con valiosos registros arqueológicos que conocieron los Muiscas; porque se creen anteriores a estos en 12.000 años.


El daño es irreparable en algunas. Y así sin gran cubrimiento, ni marcos, ni vacas internacionales y uno que otro señalamiento por la responsabilidad de lo sucedido; Suacha vivía su propia catedral.



El vídeo que circuló en redes sociales en el que se observa el traslado de un malherido Duván Aldana, luego de escucharse unos disparos; en medio de un procedimiento de desalojo en ciudadela sucre; me traslada de inmediato a la calle 19 en Bogotá, cuando en medio de un procedimiento de desalojo se observa como luego del disparo de un policía. Cae malherido Dylan Cruz.


Admito que es un poco tarde para pedirle a la sociedad colombiana que no normalice la muerte; el cóctel cronológico de un tropel armado, horripilante creatividad y santurrona permisividad la hace socialmente aceptada. Y mucho menos con las personas más jóvenes sobre quienes a lo largo del tiempo, ha sido ejercida alguna de las tantas formas de violencia que existen en el país; ya sea por un agente armado, familiar o estatal.


La presencia y participación de menores de edad en protestas o manifestaciones nunca dejará de ser controversial y con resultados como los anteriores; las preguntas obvias bullirán y dotarán con cierta legitimad algunos argumentos de quienes defienden la acción represiva.


Sin embargo, este mismo aspecto debe ser interpretado como un síntoma positivo, tal como ocurriría en cualquier sociedad que se considere democrática.


Por ejemplo, la ambientalista sueca Greta Thunberg es quizás una de las caras más conocidas en la esfera de voces que piden acciones urgentes a Estados y corporaciones contra el cambio climático desde hace ya un tiempo.


Y al contrario de lo que ocurriría acá, las controversias que genera la figura de esta niña distan de atacar. Los llamados a sumarse a acciones internacionales de protesta como lo son las huelgas globales por el clima, que ya ha convocado. Ni mucho menos por cuestionar su presencia en los escenarios de deliberación mundial de la crisis climática.


Por eso, yo no comparto esa legitimidad cómoda y pragmática que justifica el asesinato de la juventud; no comparto que las victimas dejen pupitres vacíos en el colegio. No comparto que los jóvenes sigan siendo triturados por una máquina de realidad fútil, que como en el mito de la caverna les hacen creer en las sombras que observan. No comparto que sean la carne de cañón para los agentes del conflicto. Y no comparto que luego sean presentados como cifras sobre el escritorio de un funcionario.


Hoy debemos transitar, aproximadamente, por la decimoséptima semana de confinamiento en América, la situación de emergencia por CoVid está lejos de solucionarse. En la práctica, el trabajo ha intentado recobrar su equilibrio, y al parecer no pocos se preocupan por el virus.


En la caminata del domingo por la calle 13, el silencio balsámico que cubre las calles; me transportó en el tiempo a ese Suacha con aires de pueblo pequeño; el Suacha ideal, el que de alguna forma quisiera haber conocido.


La aldea de casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que más adelante se precipitan por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos; hasta su caída por el Salto del Tequendama, la que se comunicaba con el mundo por tren y telégrafo.


La peste del insomnio también ha avanzado hasta un síntoma crítico: la ausencia memoria en nuestro pequeño Macondo. Ojalá no nos haga olvidar que los comejenes, desde hace buen rato, se nos están devorando la casa.


Contacto: jorhum4@gmail.com

Fotografía: Jeimy Obegoso



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